sábado, 31 de mayo de 2014

Testimonios callejeros

Juan, su primo (con el que se fue a Perú en bici) y yo estábamos esperando cerca de la puerta de uno de los restaurantes donde  siempre se reúnen  los gringos. Esperábamos a que saliera alguno de ellos para pedirle una entrevista para nuestro trabajo de investigación.  Hacíamos tiempo charlando de temas varios, entre ellos, como no, de las diferencias entre Europa y Sudamérica. Conversábamos de pie, apoyados en la pared de la casa colonial contigua, intentado no tragar demasiado humo negro de los autobuses que pasaban a un escaso metro y medio de la estrecha acera donde nos encontrábamos.
 
En un momento de la conversación, se acercó un hombre menudo, más bien delgado y de tez morena, que nos interrumpió la charla con una pregunta: “Amigos, ¿conocen Herbalife?” “Sí”, respondió el primo. “¿Han estado alguna vez en mi tienda de Herbalife”. “No”, contestamos los tres al unísono. “Pues les invito a que pasen, esta es la dirección y este mi número de teléfono”, nos dijo a la vez que me entregaba un flyer con los datos. De inmediato, al ver la poca expectación que había causado su invitación, nos lanzó un reto como estrategia para vender sus productos proteínicos Herbalife: “Estoy seguro de que si ahora les hecho una carrera hasta el semáforo, llegan ustedes con la lengua afuera. Por el contrario, yo, con mis 56 años, llegaría como si nada. ¿Cuántos tienen ustedes?”. Juan, si desvelar su veintena de años, le contestó burlón: “No lo creo… Vea que somos deportistas”, le dijo mostrándole la bici de montaña del primo. “Miren” replicó el hombre con tono aleccionador “yo estoy sano y fuerte, y  ¿saben desde cuándo? Desde que me pasó ésto”. El hombre recorrió con su mirada penetrante nuestros tres pares de ojos y cuando percibió nuestra inquietud por saber la respuesta, se empezó a remangar el bajo del pantalón de la pierna izquierda. Cuando el pantalón había alcanzado la altura de la rodilla, paró y señaló con el dedo índice una herida pequeña y redonda en la parte baja de la espinilla. “¿Ven esto?" dijo, “Es un balazo. Por aquí entró y por aquí salió”, dijo a la vez que giraba la pierna 180º para enseñarnos la salida. ¿Un balazo? Le pregunté yo, que no estaba segura de haber escuchado bien lo que estaba oyendo”. “Sí, un balaso”, contestó.


 

1 comentario:

  1. Es decir ,un bala so, espiracion e inspiracion, un abra so.

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