sábado, 3 de mayo de 2014

Entre cultura y lavadoras

Mientras espero en la lavandería a que mi ropa (susia, como dicen aquí) esté lista, miro por el cristal del local hacia la calle, y me vuelvo a reafirmar en una sensación que tengo desde que llegué: la vitalidad de las calles de este lugar y, en general, de sus espacios públicos.

Todo arranca sobre las 6 de la mañana cuando los cuencanos se despiertan para entrar en los colegios a las 7(!). A eso de las 6,30h, Cuenca podría ser perfectamente el Paseo de la Castellana de Madrid a las 12 del mediodía. Desde esas horas tan tempranas, caminar por el Centro Histórico de esta ciudad es sinónimo de mucha cosas. Para empezar, de ruido: motos, autobuses y carros (como les llaman a los coches) toman las estrechas y empedradas calles de la ciudad y comienzan una incesante sinfonía de pitidos, que se convierte en el principal medio de comunicación entre los conductores. Pitar es multifunciones. Pitar sirve tanto para advertir al de al lado (o al peatón) de que vas a pasar (aquí eso de las rayas blancas en el suelo, también conocidas como pasos de cebra, son más bien un sin propósito, a no ser que el semáforo lo indique y, a veces, ¡ni eso!). Sirven también para saludar a un colega, quejarte de lo lento que va el de delante o advertir de que vas a arrancar, entre otras funciones que  probablemente no me haya dado tiempo a interpretar aun. Pero sí, realmente es algo exagerado. Los pitidos son, sin duda, un elemento esencial del ambiente urbano.
Caminar por el Centro histórico de Cuenca es sinónimo también de contaminación. Es impresionante el humo negro que sueltan esos cachivaches viejos y abollados, los buses, cada vez que arrancan. Cuando estás caminando por la acera y el autobús despliega su arsenal para seguir con la marcha, dices: ¡hmm.. rico! Es simplemente digno de quedarse un par de segundos observando esa humareda negra y ver como se difumina y se mezcla con el oxígeno de la ciudad.
Pero Cuenca también es sinónimo de música. Una de las principales estrategias de marketing de los comercios para atraer clientes es poner bafles con dos grandes altavoces en la entrada o escaparate del local mirando hacia la calle y darle al play a los temas más sonados del momento, esto es, las bachatas de Romeo y Prince Royce, o la salsa de Marc Anthony. Y ¡qué gusto entrar a una tienda con la música a tope como si estuvieses celebrando que es viernes noche y que la vida es maravillosa y comprar no sólo lo que tenías pensado, sino también esos chifles (plátano frito salado buenísimo, una delicia ecuatoriana) que contribuyen a que tu paladar esté feliz y, por tanto, a que las cosas se vean mejor.
 
Por último, caminar por Cuenca es además sinónimo de cultura, historia y religión. La variedad de estilos artísticos y arquitectónicos de la ciudad, le dieron en 1999 el reconocimiento por parte de la UNESCO, de ciudad considerada como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Y cierto es que, pasear por estas calles es como un viaje en el tiempo, que te permite estar en el pasado y en el presente en la misma calle. De hecho, en esta misma calle en la que estoy esperando por mis trapitos, se encuentran tanto una iglesia del siglo XIX, como modernos graffitis en las fachadas laterales de las casas que dan color a la ciudad. ¡Chévere, eh!
 
A mi ropa aun le falta pasar por la secadora, así que voy a esperar que finalice. Pero antes, no me quiero olvidar de dejar un mensajito a los que se estén puliendo los ahorros que me había ganado con esfuerzo antes de viajar aquí: espero que el karma/la vida/el poder del universo os devuelva el daño causado multiplicado por un 1 y un par de ceritos detrás. Hijosdep*.









 

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