jueves, 22 de mayo de 2014

El Parque de la Madre

El Parque de la Madre es uno de los espacios públicos más exitosos de Cuenca. Un espacio verde relativamente céntrico que sirve de unión entre el Centro Histórico y el área del otro lado del río Tomebamba, conocida como El Ejido. A parte de por su estratégica localización geográfica, el Parque de la Madre triunfa por la variedad de posibilidades que ofrece a todo tipo de ciudadanos: columpios para los más pequeños, máquinas de ejercicio al aire libre para los más deportistas, un planetario gratuito para los curiosos, césped verde para los amantes del sol, los que entrenan algún deporte como la capoeira o los que les gusta ensayar sus instrumentos musical al aire libre, escaleras con saltos para los skaters y hasta una pista de atletismo que rodea el parque para los corredores… Y además, cuenta una potente red de wifi gratuito para todos ellos. Como digo, el parque es, sin duda, de 10. Sin embargo, hay algo que merma un poco este ambiente recreativo: los tipos que se encargan de velar por la seguridad en el parque.
 
Sinceramente, no sé qué tipo de instrucciones recibe este cuerpo policial, pero desde luego su función es desmesurada. Cada pocos minutos, los policías tocan el silbato al tiempo que mueven horizontalmente su dedo índice indicando un “no-no” para llamar la atención de ciertos usuarios. Silbato a las parejas que están recostadas en el césped “demasiado cerca” el uno del otro. Silbato a los que van demasiado rápido en la tirolina y hacen temblar la estructura. Silbato a los que saltan (ni siquiera pisan) los arbolitos que separan la pista de atletismo con el exterior. Silbato a los que se ríen a carcajada limpia. Y silbato a los que se sientan en posición de loto en los bancos (esto es, con las piernas cruzadas) aunque sea sin zapatos. “Baje los pies, señorita”. “¿Cómo?”. “Baje los pies, por favor”. Incrédula, cumplo órdenes y bajo los pies del banco, por supuesto. ¿Quién se atreve a contradecir a uno de esos tipos con chaleco anti-balas y arma? Pero, por otro lado, ¿qué tipo de parque público es éste en el que la capacidad de acción y divertimento está tan limitada?  Es más, ¿dónde están las normas que recojan lo que se puede o no hacer? ¿O es que las acciones permitidas y restringidas quedan a merced del humor con el que se haya levantado el policía ese día?
 
Hasta cierto punto puedo entender que sea necesario tener fuerzas del orden que se encarguen de asegurar que todo el mundo tiene acceso al parque y que su uso no queda monopolizado o privatizado por ciertos grupos sociales. Sin embargo, si dicho control es en exceso, como ocurre en este caso desde mi punto de vista, ésto podría acabar generando que los que monopolicen el parque sean finalmente los propios policías que, por limitar tanto las acciones permitidas, se acaben quedando solos en el parque. En definitiva, que indignada estoy por haber tenido que escribir estas líneas con las piernas cruzadas y los pies en el suelo, cual señorita de la nobleza cuencana.
 


 

2 comentarios:

  1. Bueno yo creo que se trata de insistir en la posicion hasta que sea aceptada ,recuerdo no hace muchos años ,se les llamaba la atencion a los que iban en bicicleta por el paseo maritimo de la Couña.Un abrazo

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