Ser Piquero de patas azules en la Isla de la Plata no es tarea fácil,
especialmente entre los meses de Noviembre a Marzo, los meses de temporada alta
de turistas, lo que supone la llegada a la Isla de entre 11 y 12 embarcaciones
cargaditas de turistas. El resto de meses sólo llegan entre 2 y 3
lanchas procedentes de Puerto López, tras cuarenta kilómetros y aproximadamente una
hora y diez minutos de viaje dando tumbos, con las melenas al viento y las
pieles al sol.
Cuando desembarcan los turistas en la Isla se les ve con fuerzas, con ganas de comerse la isla y de encontrar los tesoros que, se dice, Sir Francis Drake escondió aquí, en la Isla de la Plata, después de arrebatárselos a los españoles. Unos llevan buen calzado para caminar con comodidad las tres horas que dura el recorrido. Otros, unas simples sandalias cumplen la función de poder decir que han estado en la que dicen es “la Galápagos de los pobres”.
Sus rutas senderistas suelen
interrumpir nuestras actividades diarias, como por ejemplo la incubación de los
huevos. Sin embargo, hay dos momentos en los que los turistas se olvidan de
nosotros para focalizar su atención en otros dos atractivos de la isla. En
primer lugar, el ave fragata, su vistosa papada roja no sólo consigue atraer a
las hembras de su especie, sino también a los largos objetivos de las cámaras
de los foráneos. Y en segundo lugar, los saltos de las ballenas. Los turistas
se detienen en los acantilados de la isla para avistar los saltos de estos mamíferos
que llegan en estos meses a las cálidas aguas de Manabí para dar a luz a sus
bebés ballenas, después de miles de kilómetros viajando desde la Antártida.
A medida que el grupo de
senderismo avanza por la isla y que el sol hace su aparición entre las nubes, cobran
más fuerza las ganas de los turistas por bañarse en la zona sudeste de la isla,
a resguardo de las fuertes olas que azotan el norte. Allí, entre alguna que otra
tortuga marina, coral, Nemos y Doris, los
turistas se lanzan al agua desde las lanchas que los han traído a la Isla,
antes de volver a tierra firme, para acabar el día disfrutando de la
impresionante puesta de sol desde la playa de Puerto López; unos desde la
orilla, otras desde la silla del socorrista.
Mientras, en la isla, los
piqueros de patas azules aprovechamos la calma de la deshabitada isla para preparamos para la llegada del siguiente
grupo con los primeros rayos del amanecer.
Seria interesante hacer el trayecto de 8000 o 9000 Km ,como hacen las ballenas para visitar el tropico todos los años.Intentaremos no olvidar el viaje.Un abrazo.
ResponderEliminarNice pictures!!!
ResponderEliminarAli