Pensaba que con la llegada del
verano al hemisferio norte, mi estancia en el hemisferio sur iba a ser de lo
más fría... Así me lo habían advertido. Pero la verdad es que superados los
primeros 20 gélidos días de Junio, estas últimas semanas están siendo de lo más
calurosas y soleadas. Y ¡cómo se agradece! No sólo porque me ha permitido sacar
camisetas de manga corta que aun no habían hecho aparición estelar fuera de la
maleta, sino porque además, de alguna manera la melanina está influyendo en la
serotonina (hormona de la felicidad) y me está haciendo ver todo de color de
rosa; incluyendo los plantones de entrevistados, la apatía de los comerciantes
por realizar la dichosa encuesta de mi investigación y la tediosa
cancioncilla de la vecina de enfrente pidiendo a su guagua (hijo) que baje el
volumen del televisor.
El sol lo arregla todo. O casi todo.
Hay cosas que, por desgracia, por mucho calor y sol que haya no se pueden
arreglar. Como que el día 20 tengo que estar sí o sí en Guayaquil para empezar
a ver mis historias en Cuenca como hechos del pasado.
Hasta ese día, de todos modos,
voy a seguir absorbiendo rayos de sol y viendo todo color de rosa, no sea que
no haya regreso en un futuro… Aunque en realidad algo o alguien me dice todo lo
contrario.
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