Ayer, aprovechando que tenía la
mañana libre hasta el mediodía (que había quedado para ir a un festival
cultural que se organizaba en la ciudad), decidí visitar uno de los lugares del
que tanto me han hablando estos días: el mirador de Turi.
“Tienes que ir en
taxi o en el bus turístico”, me habían recomendado varias veces. Pero la
cuestión es que me apetecía más ir corriendo (por eso de retomar el ejercicio
después de un par de semanas de parón…). Así que, aprovechando que tenía tiempo
y que el sol brillaba (sí, milagro), me he puesto mi outfit deportivo y con los
cascos y cámara en mano, he salido pronto de casa. Debo confesar que al principio he dudado de si llevar a cabo o no la
expedición. Por un lado, no me fiaba de que mi memoria hubiese retenido
correctamente la ruta marcada por google maps y, por otro lado, la idea de: extranjera
sola, corriendo por ahí con las cachas al aire, tampoco me convencía mucho…
Pero luego me he dado cuenta de que cap problema.
La distancia entre mi hospedaje y
el mirador no es nada del otro mundo, pero lo de correr a 2500 de altitud es
otra cosa, por eso de la menor existencia de oxígeno… Esta dificultad ya la
tenía en cuenta antes de salir. Lo que no estaba en mis planes era los 438
escalones que hay para llegar hasta el mirador. Cuando estaba en el escalón 1 y he
levantado la cabeza para ver lo que me faltaba, he recordado las palabras
mágicas: al mirador se va en auto. Cuando he llegado arriba, las gotas de sudor
parecían ríos y mis pulsaciones muy probablemente se podían oír desde la costa.
Tanta es la subida que, mientras recuperaba el aliento, he visto al conductor del
bus turístico soltar la mano derecha del volante y santiguarse nada más llegar
a la explanada que hay delante de la iglesia en el mirador. ¡No es para menos! Pero
eso sí, muy bonita la vista eh, muy bonita.
A la bajada, he parado en el
mercado para comprar algo de fruta –los que me conocéis sabéis que yo sin fruta
no soy nadie, y aquí con la cantidad y variedad de frutas que hay, es para realmente
¡volverse frutariano de por vida!-. “4 frutas de la pasión son 2$”, me ha dicho la
vendedora con cara de pocas amigas, pues le estaba interrumpiendo, me imagino,
uno de los momentos clímax de la telenovela. “¿Cómo?, -le he respondido yo-, pero
si ayer con mi marido [ecuatoriano, se presume], me cobraron 1$!”. “Está bien, mija, 1$”, me contesta. Y es
que, a pesar de mis esfuerzos por parecer lo menos extranjera posible, es
evidente que lo soy y, en ocasiones (y sólo en ocasiones) intentan sacar
beneficio de ello. Pero una ya va encontrando métodos para salir airosa J
Decía que había decidido ir al
mirador para hacer tiempo hasta las 14h cuando empezaba el festival cultural en
el Puente roto. Pues bien, eran las 15h. y aun se estaban montando el equipo de
sonido. Creo que podría haber subido y bajado los 438 escalones unas cuantas
veces, y aun me hubiese sobrado tiempo. Lo que decía el otro día, ritmo latino.